Más dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.
Amaos uno a otro, más no hagáis del amor una prisión.
Que sea mejor un mar que se meza entre las orillas de vuestras almas.
Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis sólo en una.
Compartid vuestro pan, más no comáis de la misma hogaza.
Cantad y bailad juntos, alegraos, pero que cada uno de vosotros
conserve la soledad para retirarse en ella a veces.
Hasta las cuerdas de un laúd están separadas,aunque vibren con la misma música.
Ofreced vuestro corazón, pero no para que se adueñen de él.
Porque sólo la mano de la Vida puede contener vuestros corazones.
Y permaneced juntos, más no demasiado juntos:
porque los pilares sostienen el templo, pero están separados.
Y ni el roble ni el ciprés crecen el uno a la sombra del otro”.
Khalil Gibran. “El Profeta”.
Cinco ejercicios para mantener la magia con tu pareja
«NO ME ENLOQUECES, ME APASIONAS”.
“No es lo mismo una cosa que la otra. Cuando me enloquezco
por la persona amada me pierdo a mí mismo, me vuelvo irracional,
sin rumbo, despistado por y en el amor.
Apasionarse en cambio implica sentir entusiasmo, deseo del bueno, impulso esclarecedor.
Apasionarse no es idiotizarse. No es andar en círculos,
es despertar”.
Walter Riso.
Cuando decimos «Tengo química con mi pareja», ¿sabemos qué significa?
La química del amor es una expresión correcta, ya que en las reacciones que suceden ante esta emoción, hay electricidad (sinapsis) y hay química (hormonas y neurotransmisores), que hacen que una pasión amorosa controle nuestra vida y expliquen buena parte de los signos del enamoramiento. Así pues, podemos descomponer el amor en cuatro fases en función de sus respectivas sustancias neuroquímicas: