El título que he tomado la caprichosa libertad de poner al siguiente artículo es para hacer referencia a una película catalogada como ciencia ficción, que parece vislumbrar los pasos que siguen el desarrollo tecnológico humano.
“HER” es una película romántica dirigida por Spike Jonze, en la que su protagonista Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), se enamora de un sistema operativo. Esta película fue un primer intento del director como «guionista individual» por el que se ha llevado el Oscar en 2013 a mejor guion original.
La película está contextualizada en un futuro no muy lejano. Un futuro decorado por el director con líneas, formas, colores y luces, que para mi humilde gusto, están engarzados armónicamente. Dista de las clásicas películas de mallas de lycra, coches voladores, ciudades metálicas y extraterrestres. Las imágenes y la excelente música que acompaña a la película nos invita a perdernos en la contemplación.
Theodore Twonbly, un joven de aspecto melancólico, algo complejo y afable, trabaja para una empresa como escritor de cartas. Atormentado por un matrimonio fracasado, siente curiosidad por un nuevo sistema operativo puesto a la venta. Un sistema informático que catalogan como INTUITIVO. Una inteligencia artificial con la capacidad de ir creciendo y aprendiendo. Es aquí cuando hace aparición la magnífica voz de «Samantha» (Scarlett Johansson) una voz que es astuta, sensible, divertida y altamente comprensiva. La relación transcurre con la reciprocidad humana convencional, pero con la salvedad de que ella carece de cuerpo o entidad física. El trato entre ambos va volviéndose cada vez más cercano, completando niveles de intimidad seguida de pasión, y finalmente se instaura un fuerte compromiso, ¡vamos!, lo que llamaríamos AMOR tal y como lo conocemos.
El final de la película se hace complicado de intuir por su trama. Constantemente nos aborda la pregunta en nuestras cabezas ¿hasta dónde va a llegar esta relación?, exactamente igual a la pregunta que nos hacemos hacia la relación de amor que inicia un compañero de trabajo, familiar, amigo o nosotros mismos, pero con la excepción de que aquí se pone en juego la voz cultural, la ética, el existencialismo y la fuerza de los guiones que «nos colocan» y que asumimos como nuestros. Esta película invita a reflexionar profundamente sobre ello.
El guión recuerda a las historias de Julio Verne como «De la Tierra a La Luna» o «Veinte mil leguas de viaje submarino», ficciones que llegaron a convertirse en realidad y el ser humano llegó a alcanzar. Por otro lado, recuerda un experimento realizado por Alan Mathison Turing. , considerado uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna. Tras la segunda guerra mundial diseñó uno de los primeros computadores electrónicos programables digitales en el Laboratorio Nacional de Física de Reino Unido y poco tiempo después construyó otra de las primeras máquinas de la Universidad de Manchester. Entre sus grandes genialidades, también favoreció de forma particular y provocativa (en la época y actualmente) el enigma de si las máquinas pueden pensar, es decir, la INTELIGENCIA ARTIFICIAL. Una de las aportaciones de Alan Turing fue el conocido «Test de Turing» propuesta para demostrar la existencia de inteligencia en una máquina. Fue expuesto por primera vez en un artículo en 1950 “Computing Machinery And Intelligence” para la revista Mind, y sigue siendo uno de los mejores métodos para los defensores de la inteligencia artificial actual. Se fundamenta en la hipótesis de que si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, entonces debe de ser inteligente.
La forma de contrastar la hipótesis se realiza mediante un desafío. Se sitúa un juez en una habitación, una máquina y un ser humano en otra. El juez debe descubrir quién es el ser humano y quién es la máquina, estando permitido (tanto a la máquina como al ser humano) mentir a las preguntas realizadas por el juez. La hipótesis de Turing es que si ambos jugadores eran lo suficientemente diestros, el juez no podría distinguir entre la máquina y el ser humano. ¿Fácil de superar?… Hasta hace relativamente poco, ninguna consiguió superar la prueba.
En 1990 se inició un concurso, el Premio Loebner, una competición anual para programas de ordenador que sigue el protocolo de Turing. El premio está dotado con 100.000 dólares americanos para el programa que pase el test, y un premio de consolación para el mejor programa mensual. ¡Ya saben, si se consideran capaces de recrear la mente humana tienen un importante incentivo!. La primera y única vez que un juez confundió una máquina con un humano fue en el año 2010, cuando el robot Suzette, de Bruce Wilcox, superó la prueba. Así que como ven, esta interesante película que les propongo ver no queda tan lejos de la realidad.
Moisés Bermúdez Hernández
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