Billy Wilder decía que si el cine consigue que un individuo olvide por unos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces éste ha alcanzado su objetivo. Supongo que la película que os sugerimos ver en este artículo logra mucho más que una distracción, quizás, más nos dirige a hacer pequeños nuestros problemas, a pensar con otro enfoque. A veces es necesario retroceder un paso para ver las cosas con perspectiva, y esta película puede ayudarnos a ello, si la miramos con la máxima delicadeza posible.
El título latino de esta película es “El Club de los Desahuciados”, pero su origen inglés es “Dallas Buyers Club” que viene a ser algo así como “El Club de los compradores de Dallas”. Está dirigida por el director Jean-Marc Vallée y protagonizada por Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner y Steve Zahn.
La película está ambientada en la ciudad de Dallas de 1985, donde el homófobo y drogadicto vaquero Ron Woodroof es diagnosticado de SIDA. Una época donde la enfermedad se convertía en pandemia y un problema de salud público importante. Digamos que la película en su conjunto es áspera, no solo a nivel visual, sino en todos los dominios inimaginables. Determinados episodios de la película hacen aferrarnos con fuerza a la butaca o buscar el contacto o apoyo incondicional del brazo o mano de nuestro acompañante.
Matthew McConaughey protagoniza a este vaquero metiéndose en su pellejo, y nunca mejor dicho, porque para ello tuvo que bajar muchos kilos de peso. Verlo en pantalla en determinadas escenas con la enorme delgadez hace pensar en lo obstinada que llega a ser una mente como la de McConaughey para tratar de reflejar al público el dolor de Ron Woodroof.
Sobre la película se debate uno de los temas más controvertidos de la década de los 80 y que, obviamente, siguen siendo actualidad. Las industrias farmacéuticas y la difícil tarea de no solapar el mercantilismo con la evidencia científica, de mezclar lo humano con lo monetario, la salud física y mental con el marketing publicitario. Durante la película, el protagonista, ante un intento desesperado por aferrarse a la vida recurre al consumo de AZT una droga aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos, la cual está legalmente disponible en Estado Unidos y lleva casi a la muerte al protagonista de la historia. Con la ayuda de la Doctora Eve Saks (Jennifer Garner) y la paciente transgénero Rayon (Jared Leto) crean un club para la compra de tratamientos alternativos. El crecimiento gradual de este club llama la atención a la agencia de medicamentos y comienza una lucha para su erradicación.
Es interesante contemplar durante la película el juego de los grupos sociales. El encasillamiento que sufren los pacientes con VIH. Al igual que supone un estigma ser negro o blanco, rubio o moreno, hombre o mujer. Ser diagnosticado de VIH del mismo modo supone un condicionante social en una época donde dominaba la desinformación sobre el virus de inmuno deficiencia humana. El saber en este caso es algo más que “aquello que no ocupa lugar”. El no saber o el no conocer lleva a acupar lugares a invadir sueños, deseos, aspiraciones y la vida de los demás.
La catalogamos como un largometraje donde entramos en contacto con el lado más oscuro del sufrimiento y el espíritu humano. Pero entre toda esa oscuridad es motivador ver que siempre hay una fuerza empática contrapuesta. Alienta comprobar que el convencimiento y la determinación sobre un objetivo hacen elevar nuestro potencial, tanto creativo como corporal. Por otro lado, resulta conmovedor ver como las situaciones difíciles dan un giro de tuerca a nuestros esquemas, sistema de creencias y valores. Se generan cambios o divisiones de caminos en nuestras vidas, que además de inestabilidad y ponernos a prueba, nos da la oportunidad de construir un nuevo presente, invitando a romper forzosamente las etiquetas que condicionan la nítida visión de la realidad terrenal.
Les invitamos a ver esta película planteándonos secuencia a secuencia tan solo dos preguntas:
>> ¿Qué me sorprende? ¿Qué me inspira? <<
Entendiendo por sorpresa aquello que atrapa a nuestro foco atencional, gobernándolo como si tuviera vida propia. El contraste o color “chillón” que aparece entre lo que es normal, monocromático o estándar.
Entendiendo por inspirar aquello que además de sorprender (parecen ir de la mano) causa en nosotros un “remover de esquemas”, nuestras ideas y creencias se desajustan y adquirimos una postura de reflexión. Nos mueve a querer ver las cosas diferente, y lo que es mejor, a cambiar “ALGO” de nuestra rutina.
Moisés Bermúdez Hernández
Si te ha gustado este artículo, compártelo en las redes sociales
Deja un comentario